No hay normalidad ni salidas virtuales a la crisis
Por Agrupación Naranja de docentes e investigadores universitarios
Contra la reciente extensión de la cuarentena, el llamado a una virtualización forzosa de las cursadas en manos de las autoridades universitarias -las mismas del ajuste sistemático y que avalaron el desconocimiento de la cláusula gatillo (paritaria 2019) por parte del gobierno nacional-, pretende colocar a lxs docentes frente a la extorsión de una supuesta “colaboración excepcional” en el marco de la crisis. Como si nuestro trabajo, nuestras clases presenciales, nuestras investigaciones y tareas de extensión no fueran la piedra basal de la legitimidad de un sistema educativo público y en nuestro caso de la UBA, incluso en las condiciones complemente hostiles en que se desarrolla.
El estallido de la pandemia y su consecuente cuarentena han profundizado la crisis del capitalismo en todo el mundo. La recesión, las caídas recurrentes de las bolsas, el creciente desempleo y condiciones de explotación de lxs trabajadorxs, se ven agudizados a una escala también exponencial. En medio de escenas de colapso sanitario y social angustiantes, se pone de manifiesto de manera integral la crisis del capitalismo como régimen social capaz de garantizar la vida.
El coronavirus ha expuesto la precariedad de los sistemas de salud del mundo entero. No sólo por la inevitable saturación que produce un contagio masivo, sino por el resultado de décadas de desguace de los sistemas públicos.
Del mismo modo puso en escena la profunda precarización de los sistemas educativos.
Sin poner un sólo peso, y haciendo como si nada pasara, se pretende, o directamente se obliga, a los docentes a elaborar propuestas a distancia sin contar con los recursos ni la formación, ni el tiempo necesario. Los educadores se han encontrado a nivel mundial ante la incapacidad de poder garantizar que el contenido a distancia llegue a lxs estudiantes hijos de la clase trabajadora que asisten a la universidad pública ante la carencia de una PC en sus hogares o siquiera de conexión a internet.
La consecuencia de un desfinanciamiento sostenido de la educación pública en todos sus niveles, en el marco del empobrecimiento más general de la población implica en muchos casos la no existencia del más elemental equipamiento para docentes y las familias.
Es en este cuadro de derrumbe, las autoridades educativas de los gobiernos mundiales, incluidas las de nuestro país, de algunas facultades en la UBA y del conjunto de las universidades nacionales, pretenden imponer lo que denominan “educación a distancia”.
¿Están dadas las condiciones para esto?
Empecemos por el principio. En primer lugar es importante señalar que la modalidad a distancia existe mucho antes que el enfoque de educación virtual. Es una forma propiciada y defendida por la corriente conductista del aprendizaje, que suponía que armando buenos manuales universales de enseñanza se podía hacer aprender a cualquiera, por lo cual el manual se podía enviar por correo y el sujeto podía aprender por su cuenta en su casa. La defensa del sistema presencial por el contrario se basa en que el mismo articula en un trabajo conjunto todo el proceso de enseñanza aprendizaje. La educación a distancia (más con este intento improvisado y la masividad inabordable de la mayoría de los cursos existentes) limita las interacciones entre docente y estudiante y entre estudiantes y, por lo tanto, empobrece el proceso educativo. Vale en tanto herramienta, no en su reemplazo. ¡Cómo van a realizarse los trabajos de campo, las prácticas de laboratorio o los talleres de creación!
La burguesía quiere utilizar esta crisis para dar un salto en el proceso de mercantilización y privatización de la educación. El vehículo para ello es la virtualización forzosa en el país y en el mundo. Educar a distancia es un fuerte ahorro del presupuesto educativo en términos capitalistas. El “aula virtual” tiene capacidad para cientos de estudiantes, da solución a los problemas edilicios (capacidad de aulas y todo el resto de la infraestructura) que hoy son denunciados por el movimiento docente y estudiantil. A la vez, y sobre la base de agudizar la flexibilización y precariedad laboral de docentes, “ahorran” recursos humanos” aumentando los cupos de estudiantes por docentes. O sea que estos sistemas requieren de menos docentes y, por supuesto, menos no docentes.
La lógica mercantilista está a la vista. Los Estados no proveen los elementos y el equipamiento indispensables para el desarrollo de esta metodología. No hay capacitación en servicio para lxs docentes. No hay capacitación para lxs estudiantes para utilizarla. No se provee conectividad, software, máquinas ni espacios físicos donde desarrollar los procesos de enseñanza y aprendizaje, descargando todo el proceso educativo sobre las espaldas de lxs trabajadorxs docentes y de lxs estudiantes, que en más de un 50% son trabajadorxs y que hoy apenas en un 5% acceden a algún tipo de beca, profundizando la desigualdad social y académica.
Como paso final, pero no menos importante, los sistemas virtuales para el docente terminan con la posibilidad de organización, debate, intercambio entre trabajadores, rompiendo con el lazo social/sindical entre trabajadores.
¿Por qué nos oponemos?
Existen razones pedagógicas, metodológicas, materiales, políticas y sindicales para rechazar este embate de las autoridades. A ciento dos años después de la Reforma de 1918 y a 71 del no arancelamiento, intentan que retrocedamos al paraíso del aislamiento individualista.
El “cuerpo estudiantil” es el actor en el que se centra la educación; “aislarlo” en su computadora es una necesidad para los representantes del orden imperante. Las luchas en todo el mundo por acceder al conocimiento crítico, a la crítica del conocimiento y a su elaboración colectiva es un fantasma que recorre a las clases dominantes. Es una batalla estratégica por nuestro propio desarrollo y emancipación.
Batalla que además se da en las circunstancias dramáticamente excepcionales que estamos sufriendo. ¿Cómo hacen docentes y estudiantes cuyas vidas personales y familiares se han visto completamente alteradas por la cuarentena (el cuidado de lxs hijxs, de familiares mayores) para darle estatuto de “normalidad” a una situación completamente anormal? ¿De qué modo imaginan que docentes y estudiantes pueden suplir la carencia de la más elemental infraestructura (desde videos de realización aceptable, equipamiento, conectividad)? Estas preguntas básicas no figuran en el manual del burócrata educativo, lo que convierte al fetiche de la “educación a distancia” en un “como si”: como si nosotrxs estuviéramos enseñando, como si ellxs estuvieran aprendiendo, como si alguien pudiera evaluarlxs. Es decir, en una farsa educativa.
¿Qué hacer?
Si algo más está empezando a dejar como balance provisorio estos casi dos meses de esta pandemia, es que no asistimos a una catástrofe del orden de la naturaleza, sino del orden social: es el capitalismo.
No somos nosotrxs otra vez los que tenemos que salir al rescate de años de vaciamiento educativo, ahora agudizado por el CoVid-19, quienes tenemos que volver a poner el hombro, esto es, a empeorar nuestras condiciones de trabajo, de enseñanza y de aprendizaje. Ni lxs estudiantes, quienes no pueden acceder a los recursos académicos y tecnológicos incluso en tiempos “normales”.
Como lo hemos venido planteando desde hace décadas, la salida de la crisis educativa (sanitaria, etc.), ahora agravada, pasa por volcar los recursos del Estado que hoy se destinan al pago de una deuda usuraria e ilegítima que se siguen pagando hasta el día de hoy y al subsidio al capital, pasa por el incremento de los salarios y la formación en servicio de lxs docentes, pasa por el mejoramiento de las condiciones de la población trabajadora que accede al sistema educativo, también desde hace décadas, muy desventajosamente y con enormes limitaciones de acceso sobre todo a la educación superior y universitaria.
Las clases no pueden empezar en situaciones normales, como si nada sucediese, como ya lo han reconocido incluso diferentes gestiones. No depende de nuestro esfuerzo que se gane o pierda un cuatrimestre, como tampoco el poder garantizar el nivel, en sentido amplio, que requiere el sostenimiento y la conversión de un sistema presencial a uno no presencial. Esto no quita que se pueda tomar contacto con los estudiantes, que se pueda cargar bibliografía, algún soporte virtual, sugerir textos, enviar guías de lectura o de ejercicios. Pero nada por fuera del horario laboral y siempre y cuando el docente esté en condiciones materiales, sociales/familiares y psicológicas para desarrollarlas. Lo mismo del lado de lxs estudiantes: no corresponde que se les exija algún tipo de evaluación definitiva, eliminatoria, etc.
No existe ningún proceso real de virtualización que no incluya el reparto de PCs y acceso a internet para todxs lxs que lo requieran, para lo que resulta esencial el empadronamiento de docentes (desde los sindicatos docentes) y de estudiantes (desde los centros), y sin la capacitación y alfabetización virtual real para que docentes puedan sostener un espacio de contacto virtual con sus estudiantes con el correspondiente soporte técnico para quienes soliciten. Además debe considerarse la situación de lxs docentes que por dificultades materiales, familiares, sociales, de salud física o psicológica se vean impedidos de poder realizar tarea alguna. A la vez la prestación de la tarea virtual. por parte del docente debe ser de acuerdo a su carga horaria frente a curso, con cupos máximos por docente de 25 estudiantes por comisión virtual que permita un contacto real entre los mismos en el lapso que dure la necesidad de una cuarentena.
No somos ludistas. Tampoco consumimos la fantasía de las nuevas tecnologías como relevo de la relación social y presencial educativa. Todo cambio en las condiciones de trabajo solo puede hacerse en el marco de la comisión paritaria y el Convenio Colectivo de Trabajo Nacional con derecho a veto de la representación de los trabajadores. Defendemos nuestras condiciones de trabajo, enseñanza y aprendizaje, e investigación como parte inescindible de la defensa de la educación pública al servicio de las mayorías populares.