Frente a la inviabilidad de la virtualización, la UBA reprograma el cuatrimestre
Por Ileana Celotto
Luego de haber postergado el inicio de las clases o de haberlas suspendido en aquellas facultades que ya habían comenzado, el viernes pasado el rector de la UBA resolvió una nueva postergación del cuatrimestre hasta el 1° de junio. La decisión fue adoptada a partir de una resolución de la Secretaría de Políticas Universitarias (del Ministerio de Educación de la Nación) en función del hundimiento de la virtualización forzosa que se había intentado.
En la resolución, luego de varios considerandos citando la anterior disposición del Rectorado y distintos artículos de decretos presidenciales, reconocen que “es necesario fijar un nuevo calendario académico para preservar la calidad de la enseñanza”.
Horas antes, ante el total naufragio de las aventuras virtuales en la mayoría de las unidades académicas y de las presiones descargadas sobre los trabajadores docentes, la Agrupación Naranja de docentes universitarios e investigadores sostenía en una declaración nacional que “ante la pandemia: se impone una reprogramación del calendario académico”.
No fuimos visionarios, sino que recogimos el sentir de docentes universitarios y preuniversitarios, que rechazan la virtualización forzosa e improvisada de programas y contenidos, cuando además un sinnúmero de asignaturas de carácter práctico -fundamentales para la formación- quedaban sin posibilidad de dictarse.
En estos días de ensayo virtual vimos la total desconsideración que mostraban los coordinadores respecto de la situación de docentes y estudiantes en un cuadro de aislamiento social de casi 15 días, en muchos casos a cargo de niños o adultos mayores, y con toda la problemática ambiental y psicológica que trae días y días de encierro de toda la familia, en el marco de una pandemia que crece día a día en la cantidad de víctimas. Intentaron imponer una exigencia, por supuesto improvisada, de conversión de clases presenciales en virtuales con docentes que no fueron capacitados para la tarea y sin saber las posibilidades de equipamiento ni de docentes ni estudiantes.
Lo que no era imprevisible -por el bajo presupuesto que los gobiernos destinan a las universidades nacionales- fueron los límites que surgieron en muchas unidades académicas para sostener la pretendida virtualidad, algo que las autoridades de la UBA sabían. Campus que no alcanzan, conexiones que se caen, cargas que desaparecen porque el sistema no las aguanta. Por eso mismo en algunas facultades, y en función de mantener el cuatrimestre “a como dé lugar”, se comenzó a recomendar a los docentes que solo enviaran audios o videos de diez minutos, o que subieran poco material por la limitada capacidad del sistema.
En este cuadro, finalmente las autoridades, en su resolución del 3 de abril, reconocen lo que desde la Agrupación Naranja, la AGD-UBA y la mayoría de los sindicatos de la Conadu Histórica venimos planteando: no había condiciones de ningún tipo para sostener el cuatrimestre y la virtualización forzosa que buscaban algunos decanos/as. La salida que planteaban a esta crisis conducía a más precariedad educativa, laboral, de las condiciones de vida de docentes y estudiantes, mayor deserción y fracaso educativo.
No puede quedar sin mencionar la actuación de algunas agrupaciones estudiantiles, con La Cámpora y la Franja Morada (EDI) a la cabeza, que actuaron directamente como voceras de la mano dura de decanos y decanas, defendiendo sin miramientos que el cuatrimestre debía dictarse. Llegaron incluso a “apretar” en redes a profesores para que colaborasen con las gestiones y a convocar a estudiantes a presionar a sus docentes. Demuestran así la nula sensibilidad social frente a los padecimientos de la población ante la crisis sanitaria. Se ocuparon de defender el cronograma cuatrimestral en lugar de ver cómo con los docentes discutíamos juntos para que toda la UBA y sus recursos se pusieran a disposición de las necesidades de la población frente a la pandemia: la orquesta del Titanic tocando mientras el transatlántico se hunde.
Muy similar actitud tuvieron las burocracias sindicales. Luego de aceptar el desconocimiento de la cláusula gatillo firmada en 2019, se preocuparon ahora de dar consejos para atravesar en mejores condiciones el aumento de la carga laboral. Conadu, la federación conducida por los K, envió consejos, por ejemplo, del tipo de silla adecuada para soportar tantas horas en una computadora. Un accionar digno de un vocero patronal.
Como sucedió con las postergaciones y rearmes anteriores, el nuevo cronograma (1° de junio de 2020 al 12 de marzo de 2021, con receso del 19 de diciembre de 2020 al 17 de enero de 2021) no ha sido discutido con las organizaciones de los trabajadores de la UBA. Esto, sumado a la adecuación que deberá hacer cada unidad académica entre el diseño ya planteado para el cuatrimestre y la resolución del rector Alberto Barbieri, demandará la intervención de AGD-UBA y sus comisiones internas, en el marco de lo establecido por el Convenio Colectivo de Trabajo. En esta brutal crisis sanitaria, la defensa de los derechos que como trabajadores tenemos los docentes universitarios y preuniversitarios, los no docentes y los estudiantes, y la puesta de todos los conocimientos y producción de nuestra universidad al servicio de las necesidades de la población, constituyen la tarea inmediata.