Y fue rebelión universitaria y popular

Las consecuencias del 23 de abril

Y fue rebelión universitaria y popular

Abril 25, 2024 - 11:45

Por Ileana Celotto, secretaria general de AGD UBA

La marcha en defensa de la universidad y la ciencia fue una verdadera rebelión de docentes, estudiantes y no docentes. Pero de vasto alcance popular, por lo que muchos la consideran la más grande desde la Reforma del ’18. Ochocientas mil personas en CABA, y más de un millón incluyendo las multitudinarias movilizaciones en Córdoba, Rosario, Mendoza y en todos los rincones del país y en el interior de las provincias como Buenos Aires. En total se marchó en 70 ciudades desde Ushuaia a la Quiaca, y desde Bariloche a El Dorado, Misiones. Incluso se marchó donde no hay sedes universitarias.

Fue una gigantesca respuesta por parte de la comunidad universitaria y de sectores amplísimos de la población al ataque del gobierno de Milei a la universidad estatal pública, gratuita y laica. Sindicatos, organizaciones piqueteras y de derechos humanos, centros de estudiantes secundarios y terciarios, partidos políticos y miles de trabajadores que concurrieron por propia iniciativa se sumaron este martes a las columnas universitarias.

Se trató, además, de la mayor movilización desde el 10 de diciembre. Cuestión muy importante a tener en cuenta puesto que, sin lugar a dudas, fue una manifestación contra una medida del gobierno. Ya desde semanas antes, tanto como nosotros fuimos palpando la explosión que se venía, el gobierno también lo sintió. Por eso la campaña de ataque que fue desarrollando y también los diferentes argumentos con que intentó frenar el apoyo popular.

Durante el último fin de semana, el gobierno intentó limitar lo que ya se veía sería enorme. Caputo salió a denunciar que los que peleamos por el salario hacemos un berrinche, Bullrich volvió a amenazar con su protocolo represivo, Adorni planteó que el debate estaba cerrado. El mismo 23, a horas de la mañana, desplegaron en los alrededores del Congreso un fuerte operativo con tropas dignas de un estado de sitio que, a poco de andar, tuvieron que desplazar primero y retirar después. Un bochorno para un régimen que pretende erigirse represivo, que venía de reprimir violentamente una masiva movilización piquetera días atrás.

El tema de las universidades públicas se metió en la agenda nacional. No fue casual la cadena nacional de la noche anterior. El discurso de Milei, felicitándose y felicitando al equipo económico por el déficit cero, y dando a entender que mantendrá la inflexibilidad en su motosierra criminal y antieducativa, en lugar de desmovilizar, echó leña al fuego donde se cocinaba la irrupción popular.

Pero a Milei le salió el tiro por la culata. La marcha en sí misma fue un plebiscito popular contra las acciones y argumentos del gobierno. Quedó demostrado en la masividad y en las distintas expresiones, declaraciones o carteles hechos a mano, expresivos de las grandes irrupciones populares que desatan la creatividad de las masas, esta vez a favor de la educación pública. La consignas más cantadas fueron “Universidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode”, “Milei basura vos sos la dictadura” y “la educación se defiende, no se vende”, uniendo la defensa de la universidad a la de toda la educación pública. Impulsada por el peronismo especialmente, en algunas columnas, también se escuchó la canción “el que no salta votó a Milei”. Un error porque miles de participantes en esta manifestación descomunal votaron a Milei, confundidos frente al fracaso del peronismo y de los partidos que gobernaron en las últimas décadas. Un avance sobre todo en la juventud, sector importante en la victoria electoral de LLA, que el martes chocó con el régimen facholibertario.

La movilización en su conjunto fue también una fiesta, un triunfo popular también sobre los intentos represivos de este gobierno. Milei recibió un duro golpe.

 

Cómo llegamos al 23 de abril

Desde el mes de febrero la docencia universitaria viene preparando el plan de lucha que tuvo este hito histórico en la marcha del martes. La emergencia salarial fue el punto de arranque, al que luego se le sumó la pelea contra la asfixia presupuestaria declarada por el gobierno.

No es para menos. Si bien el salario docente y no docente viene perdiendo desde hace años, los últimos 4 meses cayó casi 50 puntos, récord de porcentaje en tan escaso tiempo. Hoy nuestro salario inicial es de $228.000. En el caso de la docencia preuniversitaria, la eliminación del Fonid agrega una rebaja del 16%. Nuestras jubilaciones, atadas al salario, también se han visto afectadas por esta brutal reducción. El gobierno, al poco tiempo de asumir, anunció que no habría más negociación paritaria, lo que viene cumpliendo. Sin ir más lejos, en la última reunión “comunicó” que otorgaba un miserable 8% a cobrar a fines de abril, que fue rechazado por todos los gremios. El conjunto de las federaciones reclama “ningún docente debajo de la línea de pobreza”, puesto que no hubo un acuerdo en un porcentaje determinado, lo que debilita la exigencia. En el caso de AGD-UBA, la asamblea estableció el reclamo de 100% de aumento y partidas para terminar con el salario ad honorem. La Naranja, a nivel nacional, también impulsa ese reclamo.

Al reclamo salarial, casi de inmediato, se le sumó la denuncia de la asfixia presupuestaria, que también fue tomada por los rectores y decanos. Desde los sindicatos docentes y no docentes integramos el reclamo salarial al presupuestario puesto que más del 90% del mismo se destina a salarios. Con estos ángulos comenzamos a discutir con nuestros estudiantes, que de inmediato se sumaron a la pelea de manera incondicional, jugando un rol fundamental en la rebelión que fue creciendo día a día.

Todas las facultades y colegios arrancaron con “anormalidad” y día a día fue creciendo la adhesión y movilización. En la semana del 10 de abril, con el paro y jornada de lucha de 48 horas convocado por la Conadu Histórica, se dio el gran salto. Nuestra federación arrastró al resto de las federaciones a sumarse con actividades -no al paro-, lo que ayudó a instalar el conflicto a nivel nacional y a ponerle fecha a la marcha federal. Clases públicas, semaforazos, banderazos, abrazos, intergremiales y cortes fueron protagonizados por docentes, no docentes y estudiantes como hace mucho no se veía. Y en cada acción que realizamos, el apoyo de la población se hizo presente.

 

Milei vende humo

Por el deterioro de los salarios, por la asfixia presupuestaria y por la ofensiva política, estamos frente a un ataque a la universidad pública sin precedentes.

El gobierno, que aplica la motosierra a las 57 universidades nacionales, pretende que, a pesar de los índices de la inflación -que rozaron una híper-, se desarrolle toda la actividad académica, de la docencia y de investigación con el presupuesto del 2023. Absurdo.

Tan absurdo que el gobierno, en el mes de marzo, dijo que otorgaría un 70% de aumento. Mentira. Ese porcentaje es solo sobre nueve puntos del total del presupuesto, que son partidas para gastos operativos. Con ese anuncio el presidente intentó confundir, vender humo. En los hechos, un 70% sobre un 9% representa un 6%, o sea nada. Finalmente, ese ínfimo aumento recién se ejecutó el 22 de abril, un día antes de la marcha; otro intento por frenar la movilización. Con esos valores, la declaración de Adorni (“ninguna universidad se cierra”) quedó totalmente ilegitimada.

Luego dijeron que presupuesto podía haber pero no para “adoctrinamiento”. Cada vez que el vocero presidencial hablaba, más claro quedaba que acá no se trataba solo de un tema presupuestario. Con estos argumentos, el gobierno intenta ir hacia una regimentación mayor de las universidades, y barrer con la autonomía, la libertad de cátedra y el pensamiento crítico. A la búsqueda del déficit cero se sumó la batalla ideológica contra la universidad pública y gratuita. Los fachos-libertarios defienden retroceder a la prehistoria de la Reforma del ’18. El martes marchamos también por todas esas banderas de la mejor historia de luchas del sector.

Reclamamos la triplicación del presupuesto, para pagar la luz y todos los gastos de funcionamiento, pero también para el salario de los miles de ad-honorem, monotributistas y contratados que existen en las universidades, para obras de infraestructura, para nuestras obras sociales, para la investigación, así como para realizar las tareas de extensión empezando por las de salud pública de la red de hospitales universitarios abiertos y gratuitos para la población.

Y ahora arremeten con las denuncias respecto a la falta de auditorías. Desde los sindicatos antiburocráticos desde siempre nos pronunciamos en reclamo de la apertura de los libros de las universidades nacionales para que el pueblo trabajador conozca cómo sus aportes van a la educación de sus hijos y no a los negociados de los “fondos propios” que impulsa la Ley de Educación Superior, sobre la que exigimos su derogación y que han mantenido todos los gobiernos. Sin embargo, las auditorías son realizadas por la Auditoría General de la Nación que preside la oposición. En otras palabras, hasta el 10 de diciembre estaban en manos de Patricia Bullrich, y la presidía Pichetto, el candidato a vicepresidente de Macri; todos miembros ahora del gobierno de Milei o del sector dialoguista que este miércoles se negó a tratar el incremento presupuestario.

 

¡Que vivan los estudiantes!

Como parte de su ofensiva derechista, Milei intentó usar a los estudiantes. A la denuncia de adoctrinamiento se sumó un 0800 para que denuncien a sus docentes, quienes supuestamente los toman de rehenes.

Las masivas asambleas estudiantiles, los cortes, las clases públicas y la participación estudiantil fue enterrando tanto menosprecio hacia nuestros alumnos, que tomaron en sus propias manos la organización de acciones en defensa de la universidad, del presupuesto para funcionar, para los salarios y para atender a los reclamos estudiantiles. Incluso en debates fue surgiendo que muchos de los estudiantes que habían votado a Milei por muy diversas razones, o ya están arrepentidos, o lo habían hecho pero no para perder el banco que ocupan en la universidad o para que sus docentes cobren sueldos por debajo de la línea de pobreza.

Y lo más importante. Tiró por la borda tanto debate acerca de qué pasaba con el movimiento estudiantil. No estaba apagado ni entregado a las fauces de los libertarios, solo faltaba una oportunidad; se abrió un proceso de lucha y el movimiento estudiantil apareció con todo su esplendor y combatividad.

 

Las consecuencias del 23

La marcha como tal fue el más grande golpe asestado a Milei desde su asunción, en el marco de una saga de movilizaciones obreras y populares que tuvieron hitos enormes en el 8M y el 24M, más temprano el 24 de enero y que empezaron con aquel 20 de diciembre de los sindicatos combativos, el movimiento piquetero independiente, organizaciones independientes de derechos humanos y la izquierda que derivó en cacerolazos por la noche.

La marcha coincidió con la enésima crisis de gabinete del gobierno, ahora con la renuncia del segundo de Pettovello, toda una demostración de la falta de base política. Y objetivamente la masividad y combatividad que demostró refuerza la posición de quienes cuestionamos la reforma laboral y la política de la burocracia de la CGT, que mientras la negocia con el gobierno, prepara con las CTAs una concentración el 1 de mayo lejos de la plaza del poder político y un paro dominguero y sin continuidad el 9/5.

Lo del miércoles 24 deja al movimiento popular en mejores condiciones para movilizar masivamente el próximo 29, día en que se trata la ley bases incluyendo la reforma laboral.

 

Cómo sigue la lucha universitaria

La movilización fue un desborde respecto del alcance pretendido por muchos de sus organizadores. Instaló entre los rectores la obligación de tomar el reclamo salarial justo al del presupuesto para funcionamiento.

La irrupción masiva del movimiento estudiantil, docente y no docente nos permite enfrentar en mejores condiciones la política de autoajuste que los propios rectores vienen desarrollando puertas adentro de cada universidad. Cierre de comisiones, baja de designaciones, recortes de funcionamiento que modifican las condiciones de trabajo y estudio se vienen implementando en distintas casas de altos estudios. Ayer quedó demostrado que la salida no es autoachicarse sino organizarse para dar pelea para defender nuestros derechos y a la universidad pública que es una conquista de las y los trabajadores.

Debemos apostar y confiar en nuestras propias fuerzas. Hoy, los mismos que ayer marchaban en defensa de los reclamos universitarios hicieron fracasar una sesión en Diputados para discutir el Fonid, el presupuesto universitario y la movilidad jubilatoria. A no confiar ni en que “hay 2027” para que Milei haga el trabajo sucio, ni en quienes autoajustan o sacan el cuerpo para discutir nuestros derechos. Convoquemos de inmediato asambleas para decidir de conjunto los próximos pasos a seguir.

Para el sindicalismo docente y no docente y para el movimiento estudiantil se abre un debate de fondo por la continuidad del movimiento, que debería tener en el horizonte la preparación de la huelga general universitaria a una escala de las grandes gestas históricas que han regado nuestras páginas desde la Reforma Universitaria de 1918. Nuevas asambleas deberán resolver los próximos pasos a transitar hasta conquistar nuestros reclamos. Desde AGD-UBA, desde la Naranja nacional, desde la UJS y el clasismo no docente (que disputará en la UBA en varios cuerpos de delegados con la Bordó a la cabeza), estamos empeñados en esta orientación.

El martes 23, en todo el país, se dio la confluencia entre estudiantes y trabajadores, un paso fundamental para imponer un plan de lucha nacional de toda la clase trabajadora activa, pasiva, ocupada, desocupada, bajo convenio o precaria contra el plan de Milei. Sobre esa base, movilicemos el 29 al Congreso a rechazar la Ley Bases y el 1 de mayo marchemos en todo el país denunciando la reforma laboral y a la burocracia que se sentó a negociarla, exijamos paro activo y plan de lucha. Una perspectiva que pone a debate la cuestión de la huelga general para derrotar todo el plan Milei.